¡Menú de 15 euros! Conde Altea, nº 7, VALENCIA. Tel. 96 336 36 64
JPÉREZ.- Comenzamos muy bien, porque nos encantó la cerveza del aperitivo: una Veltins, marca alemana de color dorado y bastante amarga para ser pilsen. Cuando llegué, tipo Gorria y tipo Dobiol ya estaban allí. Otra cerveza para mí, por favor. El servicio es muy atento. Entre que llega y no llega tipo HJF, pedimos la carta. Hay menú. De primero, ensalada de primavera y queso de cabra rebozado calentito. De segundo, arroz de perdiz. De postre, fresas con helado de leche merengada infusada con hierbabuena. Con ese menú, a quién le importa la carta. Llega tipo HJF. ¿Habéis pedido el vino?
QUINCE EUROS. No recuerdo un restaurante con un precio tan ajustado para una calidad similar en un menú de mediodía. Tampoco recuerdo un veredicto tan unánime en Cuatrotipos: La Gallineta nos pone. El servicio es atento. La sugerente carta de vinos es una de las más ajustadas en su precio de las que he visto nunca. Y la comida… El aperitivo de alcachofitas asadas sobre medallones de atún a la plancha corrió a cargo de la casa. Lo aderazaba una salsa de vino reducido muy sabrosa y adecuada. Mientras, llegó el vino. Probamos el Montalvo Wilmot, D.O. Tierra de Castilla. Un syrah 90% con un 10% de Cabernet Sauvignon. Afrutado y alcohólico. Estupendo y barato.
DESPUÉS DE UNA ENSALADA CON EXCELENTE ALIÑO llegó el arroz de perdiz, un poco tirante para mi gusto, pero excelente a juicio del resto. Estupendo en cualquier caso, con su muslito y su trocito de hígado. En este punto, con los granos de arroz palpitando en la boca, ocurrió que acabose el vino. Pedimos entonces un Guelbenzu Evo, un poco más caro y tambien más complejo que el anterior, mezcla de 3 variedades de uva (cabernet, merlot y tempranillo) y 12 meses de maduración en roble francés: una incursión de la histórica bodega navarra en la D.O. Ribera del Queiles. Cuando llegamos al postre todavía quedaba media botella, pero eso no desmereció la mezcla de sabores y texturas: leche helada con canela, hierbabuena, y fresas. A nuestra salud.
GALLINETA: PEZ Y GALLLINA. La Gallineta es un pez venenoso que puede medir hasta casi medio metro, aunque parece ser que lo normal es encontrar ejemplares mas menudos. Se suele usar como fondo para caldo, por la dificultosa preparación de su carne espinosa, pero blanca y sabrosa, como la del cabracho.
Si nos remontamos a la simbología, tenemos que el pez es sinónimo de fecundidad, procreación y vida. La gallina nos remite también a la procreación. Para los antiguos cristianos la gallina y sus polluelos eran como el cristo y sus discípulos. Al mismo tiempo, en la cábala judía, el pez era el equivalente a dios. Todo nos remite al creador y al ciclo de la vida, así que, ¿por qué no acabar el segundo vino?
Vayan cuando puedan, que algún día subirá de precio.
TGorria. Un restaurante de línea clara. Quedé con Javi que el reseñaba la parte estrictamente gastrónomica y yo hablaba de la imagen de este restaurante, asi que allá voy.
La Gallineta es un restaurante regentado por Carlos Iniesta, que tras montar un local homónimo en el Pozo de los Frailes (en Cabo de Gata) decidió abrir uno en su ciudad natal. La decoración del local es obra de su mujer, Bárbara Rudolph pintora, interiorista y natural de Frankfurt. De ella son también los cuadros del local. Y lo primero que se me viene a la cabeza es hablar de serenidad, de equilibrio, de una sensación híbrida entre el estilo escandinavo y los ambientes zen. En La gallineta se respira sosiego, calma y buen rollo, alejado de lo habitual en los restaurantes españoles, donde el bullicio es un plato más. DObiol me indicó muy acertadamente que las sillas eran Ikea customizadas (también me dijo que era una tendencia actualmente en boga, hay que indagar sobre ello) las grandes cortinas y las lámparas de motivos geométricos complementaban esta ambientación austera y honesta. Uno agradedece que en los carteles que indican los servicios (funcionales y de ángulos rectos) no aparezcan pictogramas indescifrables, y que en una caligrafía a pincel (si no me equivoco, de la misma mano que el logotipo) se pueda leer nitidamente Caballeros y Señoras. El logo, por cierto está muy bien. Caligrafía y pintura, en la línea (clara) del restaurante.
La carta también responde a esta pretensión, aunque quizas aquí podría aportarse un toque de color con algún diseño más atrevido.
En fin, una reforma (el local era antes un bar de estilo “andaluz”) muy interesante, equidistante del pretenciso estilo “pijofashion” y de las recargadas ambientaciones de los restaurantes burgueses de toda la vida.
A eso le llamo yo guardar un secreto…con lo tranquilos que comimos el otro día 😉
HJF